¿Qué nos pasa cuando sufrimos incontinencia urinaria?

La incontinencia provoca un gran impacto en la vida de una persona. Adaptarse y aprender a convivir con ella puede suponer un importante reto psicológico, no sólo para la persona que la padece, sino también para su entorno, y muy especialmente su cuidador principal.

¿Cómo se puede sentir una persona que padece incontinencia?

Toda persona que empiece a tener pérdidas sufre. El abanico de emociones que puede sentir es muy amplio, según la situación y la personalidad del individuo, y no todo el mundo reacciona igual, pero a grandes rasgos éstas son las principales reacciones emocionales:

  • Negación: la primera reacción suele ser quitar importancia a la incontinencia y considerarla como algo pasajero y reversible. A medida que los accidentes se van repitiendo, la persona puede intentar disimularlos y esconderlos. La negación llevada al extremo hace que la persona no quiera hablar con nadie de lo que le sucede debido a su dificultad para aceptar y afrontar el problema.
  • Ira: el no poder controlar las propias necesidades fisiológicas puede crear un sentimiento de frustración. A veces la persona se siente tan frustrada en el momento de la pérdida que reacciona con enfado e ira, ya sea hacia sí mismo o hacia los demás. Esta reacción puede darse con mayor frecuencia en personas con deterioro cognitivo o demencia leve-moderada, ya que se añade la dificultad de comprender qué les está ocurriendo.
  • Tristeza: se incluyen los sentimientos de culpa y vergüenza, así como la pérdida de autoestima y de confianza en uno mismo. Estos sentimientos son los más comunes, al menos durante una etapa. La persona se siente mal consigo misma, siente que está perdiendo parte de su dignidad y siente vergüenza cuando presenta o cuando recuerda los episodios de incontinencia. También puede sentir culpa por creer que está dando más trabajo a su cuidador.
  • Miedo: ante una situación nueva que no sabemos cómo controlar, la mayoría de los seres humanos sentimos miedo. En el caso de una persona con incontinencia, se añade a todo esto el miedo a tener un accidente en cualquier momento o a desprender olor. En todos los casos, la incontinencia afecta a la actividad de la persona y la condiciona, pero si no se tienen los apoyos ni las herramientas para hacer frente a la situación, el miedo desencadena en inseguridad y ansiedad. Esto puede llevar a la persona a conductas de evitación y aislamiento, dejando de hacer las actividades que hasta ese momento realizaba y limitando las salidas del domicilio, afectando también a sus relaciones sociales.


Por ejemplo… La Sra. María acostumbra a ir cada semana a bailar al centro cívico. Empieza a tener problemas de incontinencia y, como tiene miedo de sufrir algún accidente, deja de acudir. Así, no solamente pierde la oportunidad de hacer una actividad que le aporta bienestar físico y psicológico, sino que además pierde el contacto con sus amistades y deja de ir a las cenas que se organizan cada trimestre, por lo que acaba saliendo cada vez menos de casa y limitando su vida social.

¿Cómo se puede sentir su cuidador?

Los sentimientos del cuidador generalmente se ven influidos por la relación previa que se tiene con la persona que cuida, tanto de parentesco (no es lo mismo un hijo que un cónyuge) como de su calidad (si se llevaban mejor o peor), pero en general pueden ser muy paralelos a los de la persona afectada por la incontinencia.


Así, el familiar puede presentar negación al principio de la aparición del problema, quitándole importancia y esperando que sea algo pasajero. También se debe a una dificultad para afrontar la situación, pero además conlleva el riesgo de que el cuidador esté poco alerta al estado de su familiar y surjan complicaciones físicas.

Cuando el cuidador se encuentra muy sobrecargado y a estos cuidados se añade la incontinencia, pueden darse momentos de enfado o ira, ya sea por la propia sobrecarga como por la frustración de no saber qué hacer ante el nuevo problema.

El familiar también suele sentir tristeza. Ver cómo un ser querido va perdiendo capacidades o está triste por ese declive funcional siempre genera sentimientos de pérdida.

Asimismo, el miedo es un sentimiento muy común. Miedo por tener que afrontar una situación nueva que genera muchas dudas y ante la que, como la mayor parte de las personas, no sabe qué hacer. No sabemos cómo tratar a la persona para que no se sienta mal o cómo entrar en el baño a ayudarla con el cambio y la limpieza que necesita.

Estrategias: “¿Qué podemos hacer para mejorar la situación?”

· Comunicación

Tanto para el cuidador como para la persona afectada es fundamental hablar del tema abiertamente cuando empiezan los problemas de incontinencia. Evitar hablarlo hace que la situación se haga cada vez más incómoda y que se adopten estrategias poco efectivas ante el problema. Por el contrario, hablar las cosas suele tranquilizar los ánimos de todos.

Hablar del tema con naturalidad y franqueza, con tacto, sin reñir a la persona ni hacerle pasar vergüenza. Hay que intentar evitar compararla con un niño.

NO: “Hay que ver cómo has dejado el pantalón, ¿te pensabas que no lo iba a ver, escondiéndolo en la lavadora? Cada vez estás más raro, te portas peor que tus nietos”.

SÍ: “He notado que estás teniendo problemas al ir al lavabo, ¿quieres que lo hablemos? Es normal que te dé vergüenza, pero esto a veces pasa con la edad. Deberíamos ir a ver a la Dra. Fernández y que nos aconseje, ¿te parece bien?”.

· Información

También es muy importante buscar soluciones poniéndose en manos de profesionales y siguiendo sus pautas y consejos. Esto hará la situación más llevadera y permitirá a la persona adaptarse antes y de forma más fácil a su nueva situación. También le dará mayor confianza a la hora de afrontar nuevas situaciones o actividades.

Así, el consejo profesional dará las herramientas necesarias tanto a la persona afectada como a su familiar para afrontar la situación, de forma que ya sabrán qué hacer ante el problema. Esto hará que el miedo, la ansiedad y la frustración disminuyan y desaparezcan.

Además, conocer y usar los productos más adecuados para cada situación permite limitar menos las actividades, evitando el aislamiento de la persona y disminuyendo sus sentimientos de tristeza y frustración. Todo esto mejorará la calidad de vida de todos.

· Respeto

Especialmente cuando hay un accidente, es importante no reaccionar de forma violenta, riñendo a la persona o intentando esconderla de forma apresurada si se está en un lugar público. Lo primero es tranquilizarla y después ofrecerle nuestra ayuda para limpiarse o cambiarse. Asimismo, hay que tener cuidado de no invadir su intimidad ni ayudarla más de lo necesario.

NO: “Ya te lo has vuelto a hacer encima, ¿qué te cuesta avisar si tienes ganas? ¿No ves todo el trabajo que me das?”.

SÍ: “Tranquilo, papá, ya encontraremos una solución. Anda, ve a cambiarte. Si quieres que te acompañe o te ayude me lo dices, ¿vale?”.

También es importante crear rutinas para poder anticiparse a los accidentes y evitar ese tipo de situaciones al máximo en la medida de lo posible.

En definitiva, el impacto psicológico de la incontinencia es inevitable, pero se puede hacer más llevadero para todos si se busca información y ayuda de los profesionales, si se fomenta la comunicación en el núcleo familiar y si se procura mantener un ambiente de respeto.

 

 

Un artículo de Noemí Bueno Velasco, Psicóloga especialista en Psicogeriatría  publicado en pacientesycuidadores.com

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